Buscas desesperadamente ese destello que te ciegue y te haga
ver que estás en lo cierto, que lo que has visto sucede, porque te deslumbra y
te duele, pero después te guía.
Llevas demasiado tiempo parpadeando nervioso hacia esa ¿certidumbre?
que es esquiva. Juega contigo con la alegría de un niño que acaba de salir al
parque. Ya crees que es imposible seguir esperando cuando cierras los párpados
con desesperación, con la auténtica angustia de quien sabe que sus miedos y
necesidades no serán respondidos nunca. Pero, mientras aprietas fuerte sus
pliegues te reconoces en ese arenoso dolor: has encontrado lo auténtico en una
mota de polvo.
La observas con desconfianza y a pesar de su extrema pequeñez
reconoces en ella todo aquello que de tan cotidiano te resulta hueco, pero que
realmente es lo que dota a tu vida de autenticidad.
Suerte! Es lo que más te deseo cuando te veo así, mirándome
acusador desde el otro lado del espejo, amigo. Que lo peor que te ocurra otra
vez, sea volver a verte envuelto de esa frenética locura que es el saberse
solo. No estás solo, eso que te envolvía eran artificios, puras mentiras. Hoy
por desgracia pueblan nuestros rincones cada vez con más frecuencia. Pero
tienes lo auténtico, aunque sea escondido en una pequeña cajita bajo tu pecho
sofocado.