El azúcar se extendía lenta por mis venas
Removiendo generosa cada una de las ramas
De esta inescrutable zarza que es mi organismo
Habían pasado solo unos días
Y aunque todo había quedado más o menos claro
No podía olvidar la promesa
Que aunque muerta
Seguía latiendo, viva de esperanza, en mi interior
Una promesa vacía
Que jamás se vistió de palabras
Solo de sueños recurrentes, demasiado numerosos, demasiado seguidos
Pensé en lo ocurrido
En las revelaciones hechas
En los secretos confesados
En las habitaciones oscuras de mi realidad
Que nunca antes había visitado
Y que me fueron mostradas entre sonrisas
Sonrisas que alimentaron mi fuego
Un líquido viscoso era ahora el conductor de mis ideas
Azúcar derretida por el devenir de las horas
Esperando
Volviendo a soñar, volviendo a alimentar un recuerdo
Perlas de ilusión cristalizaban contra mi pecho
Con agudas aristas comenzaban a punzarme el alma.