Sobre la carcasa oscura jugaban a caerse
Las esquirlas de la noche anterior…
Sorteaban una brisa húmeda que se esforzaba por echarlas abajo
Pero ni el temblor que las movía se atrevía a desprenderlas de su casa…
Los cimientos que sobre el suelo esponjoso
Habían levantado aquellas colosales columnas
Formaban el escenario inquietante
Ante el cual ella dormía enroscada sobre sus piernas
Los estertores de la gran fiesta aún resonaban en sus oídos
La sombra de la duda nubló su mente
¿Estaba viva o había muerto?
Una ráfaga de viento abatió violentamente su cabello
¿Realidad o ilusión?
Sobre palacio parecía ceñirse la tensa calma que precede a la tempestad...
Ni enfundada en mil capas de algodón
Ni vaciando todas las tinajas de la bodega del galeón quemado
Ella podía hacer que su sangre corriera violenta por sus venas
Era imposible alcanzar un mínimo de templanza en su interior
Los témpanos de hielo había quedado incrustados bajo su piel
Y las vibraciones de su Nokia no podían calmar aquel frío infernal
Decidió tomarse un Activia, y abrió el catálogo del Lidl que le habían pasado bajo la puerta esa misma mañana…
Luna Saturno 3 - 7/septiembre/2114 - Temperatura de la superficie: - 50º
El hallazgo dibuja en la cara de Michael Rodríguez una expresión de sorpresa infinita
Se encuentra en la mina T-23, a 100 kilómetros de profundidad
Acaba de quebrar una de las extrañas burbujas pétreas localizadas el día anterior por 3.14 DRO
En su interior descubre, perfectamente conservado, un sobre indiscutiblemente terrícola
Lo abre con avidez...
El texto está en castellano y data de hace más de 100 años...
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Hacía tres segundos que la bombilla del flexo acababa de estallar ante sus ojos
Mareada y aún nerviosa, sacó del cajón de las medicinas un bote de Betadine
Sus dedos sangraban como rodajas frescas de sandía en agosto
No quedaba un vaso limpio, las docenas que la tarde de antes
Había sacado brillo primorosamente se amontonaban sobre una caja de madera
“Dr. M. Rodríguez: Mina T-23. Desierto de Atacama. Chile” aún podía leerse
Deslizándose sobre las letras sobreimpresas en la caja, las gotas del ron barato
Que había consumido en las últimas horas dejaban en evidencia una vez más
Lo sola que volvía a estar… Y empezaba a atardecer, había que darse prisa…
Sabía que el instante de conjunción espacio/tiempo se produciría a las doce de la noche
Y no volvería a ser posible conectar el presente con el futuro hasta dentro de diez años...
Tenía que llegar a tiempo, la solución a todos sus males estaba en juego
Los elixires y brebajes sanatorios que el Dr. Michael Rodríguez había descubierto en 2114
la liberarían de semejante opresión.
Apretó el acelerador, tenía que recorrer 300 kilómetros hasta su laboratorio
Y el sol, empezaba a caer...
Resolvió sacar todos los LP que había guardado prendidos en una aguja de tejer
Y lanzarlos al aire, no iba a tener tiempo de entregárselos
Krawitz, Pachelbel, Morente… qué mas daba…
Por un instante se dejó caer en el viejo sofá y recordó el ataque de ira
Que había sufrido justo antes de irse la luz aquella madrugada:
“¡Yo estoy abajo y tú, arriba! ¡Maldito sea, es que no puedes verlo!”
Ronca y despeinada, su silueta se podía ver, balanceante al otro lado
De la calle, a través de las cortinas de bambú…
La conexión que iba a haber tenido lugar tres días antes falló en el último minuto
Algo se podía hacer aún, pero ya no dependía solo de ella…
El alcohol la consumía...
Ella estaba en la Tierra... Él, en Saturno 3.
Su palacio, viejo caserón de sus antepasados, había sucumbido a la fiesta y la gran tormenta posterior...
Había perdido la conexión espacio/tiempo y no podría hacerse a tiempo con las pócimas del doctor Michael
A no ser que desde el futuro le aguardase una salida inesperada capaz de rescatarla de su tormentoso presente
Pero no dependía sólo de ella...
Volvió a dar buena cuenta del vaso de ron que se inclinaba peligrosamente en sus manos
Y a modo de epitafio escribió la carta y la introdujo en la cabina quántica del laboratorio.
- Quince… ¿por qué quince? ¿Tanto me odiaban? No lo entiendo…
¿Por qué no dieciséis, como mi mejor amiga? ¿U ocho, como aquella niña a la que atendí
Cuando los morteros le habían atravesado el tórax?-
Quince había salido de la facultad, con su título de enfermera en la mano
Justo el mismo día que Michael había atravesado su Harley en el jardín anexo al edificio
Del campus… Cuando ella, por un descuido, dejó caer el pergamino que la acreditaba
Profesionalmente. Sus padres le inculcaron el amor por la alquimia y por
Sustancias que no eran de este mundo… tal vez, por eso, ese nombre tan extraño.
- Es por tu bien, cariño. Aquí te resultará superfluo, pero allá arriba lo necesitarás como salvoconducto- le explicaron el día que sopló la tarta de su décimo cumpleaños.
Su nombre era parte de su salvación... Había nacido con carencias fisiológicas inexplicables...
De alguna manera sus padres, científicos ambos, sabían que su organismo y su mente irían degenerando en la Tierra
Y fue precisamente Michael el elegido para viajar a Saturno 3 en busca de los elementos químicos que le salvarían la vida.
Luego, sobrevino el desastre. Los cálculos contenían errores y Michael quedó atrapado en el tiempo
No podía regresar ni enviar las sustancias sanatorias...
Hasta que leyó la última línea de la carta. "La sangre humana disuelve el oxígeno en el espacio. Es una locura, pero prueba".
Michael se hizo un corte y dejó caer dos gotas de sangre en la probeta electrónica de la nave
Y entonces, todo se encendió.
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